martes, 6 de marzo de 2007

Caminar y caminar

¿Hace cuanto que lo hacemos?, en un área remota de una sabana llamada Laetoli, en el norte de Tanzania, unos científicos han conservado un emplazamiento arqueológico extraordinario, descubierto por Mary Leakey en 1976, esta extensión de ceniza volcánica endurecida contiene un sendero de huellas fosilizadas, cincuenta y cuatro pasos perfectamente preservados de tres homínidos, con una claridad increíble estas impresiones registran el paso de dos machos y una hembra por este terreno hace 3.5 millones de años, sabemos que el segundo macho avanzaba detrás de los otros porque pisó las huellas del primero borrando la impresión, ¡el primer registro de la caminata erguida!, nunca sabremos más de ellos, solo que por allí pasaron y dejaron huella.

Nuestras huellas en cambio son invisibles, bastará una generación, siendo optimistas, o algunos días después de nuestra muerte, siendo realistas, para ser parte del olvido, otros incluso son olvido antes de morir.

Lo que somos es la suma de toda la historia de la humanidad, somos hombres, la especie sobreviviente y cargamos en nuestros genes y en nuestra cultura rastros de todas las generaciones que nos precedieron.

Cuanto atavismos usamos a diario, cuanto hay de fieras en nuestro comportamiento cotidiano, cuanto del simple animal que se aferra a su existencia y reglas básicas: nacer, crecer, reproducirse y morir dejando la repetición del ciclo a su descendencia: sobrevivir.

Pero cuanto también tenemos de ese viaje interno, de ir a nuestros símbolos, nuestras ideas, temores y deseos, nuestras consciencia: preocuparnos por nosotros y por los otros, imaginar una trascendencia para justificar la conciencia de existir.

Caminaremos mucho más, por sendas de destrucción y vida, navegando y naufragando en mares de sangre y semen…

Esa es y será nuestra historia: vivir y morir - morir y vivir, ¿Hay otro camino?



Agustina dijo...

Lo triste es pasar por esta vida sin dejar huellas... y sin descendencia. Ahí una se cuestiona la razón por la que ha venido. Pero simpre habrá una razón por la cual te tocó vivir de esa manera.

Me dejaste pensativa con tu escrito.

Cariños.

07 de marzo.


PALA dijo...

Discrepo un poco -realmente mucho- de la opinión de Valentina.
La descendencia es un asunto pasional y vocacional. Justificar la existencia por la posibilidad de transmitir tus genes es, cuando mucho, postergar una generación más el olvido.
Mi bisabuelo es una fotografía brumosa de alguien que parte rumbo al olvido y lo está consiguiendo.
Caminar.
Vivir.
Amar.
Sólo eso justifica el presente, que es la eternidad.

Pala, me gusto mucho tu comentario y lo comparto, el escrito habla también del viaje interno y ahí es justo donde maravilla el existir: sentir, pensar, AMAR, eso también es un camino o un caminar, de hecho ese es nuestro real camino, ser más que una simple pieza biológica de una especie con tendencia a la autodestrucción.

Hoy tengo ánimos de refutarme: No es cierto que nunca sabremos nada más de esos que dejaron las huellas en Laetoli, ya me enteré de lo demás:

…Era un macho y una hembra que se amaban, se llamaron Tur y Zar, caminaban lentamente sobre la tibia ceniza mientras en la lejanía fulguraba la explosión del volcán Sadiman, la mirada enamorada de ella fulguraba como el fiero volcán, tomaba de la mano a Tur segura de que bastaba su peluda piel para espantar cualquier peligro, si seguían juntos nada les podía ocurrir… él solo pensaba en como hacerla feliz, la llevaría a ese claro del bosque donde había encontrado una deliciosa fruta que le quería enseñar, le bastaba con verla sonreír para ser feliz, sería capaz de cualquier cosa para seguir con Zar hasta el fin de sus días, nada les podría detener, ni los terremotos, ni las erupciones volcánicas o las bestias salvajes que solían perseguirlos, nadie podría contra ellos.

Lo que ignoraban es que alguien los miraba con mal brillo, era el envidioso Yik quien deseaba ardientemente a Zar desde que la vio y no soportaba verla junto al valiente Tur, los seguía a cierta distancia esperando su oportunidad… en su corazón germinaba la semilla del mal aunque para entonces no existieran las palabras…

3 comentarios:

Agustina dijo...

Lo triste es pasar por esta vida sin dejar huellas... y sin descendencia. Ahí una se cuestiona la razón por la que ha venido. Pero simpre habrá una razón por la cual te tocó vivir de esa manera.

Me dejaste pensativa con tu escrito.

Cariños.

07 de marzo.

PALA dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
PALA dijo...

Discrepo un poco -realmente mucho- de la opinión de Valentina.
La descendencia es un asunto pasional y vocacional. Justificar la existencia por la posibilidad de transmitir tus genes es, cuando mucho, postergar una generación más el olvido.
Mi bisabuelo es una fotografía brumosa de alguien que parte rumbo al olvido y lo está consiguiendo.
Caminar.
Vivir.
Amar.
Sólo eso justifica el presente, que es la eternidad.