lunes, 28 de mayo de 2012

¿A que huele la vida?

Debo reconocer que me gusta el apocalipsis, y tiene que ser que a mucha gente le gusta, o si no, ¿como explicar el éxito del “genero” en la narrativa, desde la tradición oral de nuestros antepasados, los textos antiguos de todas las civilizaciones al tremendo negocio de documentales, seudo-documentales, películas y sermones?

Pero tratando de encontrar de donde ese gustico, he llegado a concluir que probablemente no se trate de un deseo (velado o no) de que en verdad los humanos desaparezcamos de este planeta; la verdad es que realmente la parábola del fin del mundo nos hace pensar en la razón de nuestra existencia, pregunta clave de la filosofía y las respuestas, variopintas, dependen de lo que cada uno tiene, bien por formación o por intuición.

En particular hace poco disfruté una película que bien puede ser la base de una deliciosa conversación: Perfect Sense, del director: David Mackenzie.

Más que hablar de la destrucción, y a pesar de un símil tan cercano y reciente como “Blindness”,  (Basado en “Ensayo sobre la ceguera” de J. Saramago) este cuento nos acerca al fin desde el olfato, sentido directamente relacionado con la intuición, descartando la existencia de algún valor supuestamente implícito en los humanos, salvo el amor, que siempre parece.

La cinta -para usar un término arcaico- nos lleva con naturalidad a las preguntas ¿Qué nos hace vivos?, ¿Qué somos sin el placer de los sentidos?, ¿a cuales y en que orden renunciaríamos si se nos sentenciara a ir perdiéndolos uno por uno?

En todo caso el fin está cerca, así se trate de los ochenta y tantos que inexorablemente nos apagará en caso de que fallen el empujón brutal, la cuchillada o la bala no perdida.

Así que ¿porque no disfrutar el placer de respirar, antes que el aire sea de pago, como aconseja el poeta (Serrat) o de conversar de este tipo de cosas?