Con el cine, la música y los libros me pasan cosas extrañas; llegan a mi vida a destiempo, o sea: en su justo momento.
¿Qué hubiera sido de mi vida si el orden en que encuentro las canciones, los libros, las películas fuera otra?
En mi adolescencia añoré un tutor, un Hernán Palacio, un sabio, alguien que me dijera que es lo que hay que leer, que oír; la pregunta era ¿Del mar de cosas que nos rodean cuales son las indispensables, las imperdibles?
Por fortuna nunca lo tuve, por lo menos no en el sentido literal que lo deseaba, y por ese tiempo gastamos las hojas de Emilio Salgari y vimos tele en blanco y negro, escuchamos a Silvio... a mi vida fueron llegando en desorden, o simplemente en el orden que se les antojó todo lo que a la larga nos hizo lo que somos.
Al estilo de “Crash” (Vidas Cruzadas) un instante en mi vida:
La última película que vi fue “Festen” (Celebración), me acompañó una mujer que me dio un beso con “Donde iremos amor” que escribió uno que vio otra película (¿justo a tiempo?) con una argentina que conoció por mi y que me enseña cine sin conocerme; esa desconocida maestra fue encontrada gracias a un poema que estaba en un blog chileno, que llegó a mi por una perdida amiga caleña que me acompañó en momentos de desamparo...
Que bueno que apenas ahora, justo a tiempo, vi “Festen”, escuché “Fuego Preso”, conocí Cali.
Que bueno que mi lista de cosas por leer, oír y ver se acomoda y reacomoda a su antojo y no parece tener fin.
Que bueno que he estado rodeado de tutores, que no saben que lo son y hacen tan bien su trabajo.