Apenas si me recupero de la impresión que me dejó la última cinta de Alfonso Cuarón, “Niños del Hombre”, para mi gusto la mejor de las que le conozco, en medio de mi ignorancia, me limito a decir lo que siento:
¡Que perfección de imagen, que sonido, que puesta en escena,! Una auténtica obra de arte que, si estas en el estado de sensibilidad adecuado, te revuelca para mostrarte una vez más la estupidez humana.
La canción “Plaga” de A. Correa le quedaría de “perlas”: “La peor pesadilla apocalíptica le quedó chica, así que dile adiós al planeta y no huyas, no hay lugar seguro; está donde quiera que vayas…”
No es ninguna metáfora exótica, es una viva fotografía del hombre y su peor invento: “La guerra”, se juega en la película con la “esperanza”, siempre en riesgo, tan frágil y tan apegados a ella.
Para mi no es una película de héroes y villanos, es solo una película de villanos respecto de los que uno llega a sentir satisfacción de imaginar en vía de extinción, “bueno, serán otros 100 años, cuando más de esos bichos” pensé en medio de uno de los diálogos, pero después sentí un poco de vergüenza de ese pensamiento, aunque, viendo el mundo como está, no me parece del todo descabellada la idea: En una cuantas centurias las nuevas selvas devorarán las ciudades y en millones de años los nuevos seres que poblarán la tierra se preguntarán lo que significaban nuestros edificios y nuestro concreto.
Puede ser por el crudo contraste entre la ternura y la crueldad, o por la capacidad de sorprender que tiene la película, o por las escenas que nunca había visto ni medio parecidas en lo “poco” que he visto, o porque es capaz de burlarse del espectador que cree intuir para donde van las cosas, o por la actuación tan soberbia de un excelente elenco, o simplemente porque anoche estaba más vulnerable que de costumbre, pero para mi “Niños del Hombre” es de esas que hay que repetir y repetir para disfrutar a fondo o terminar odiando el cine-espejo donde nos vemos tan nítidos.