jueves, 28 de diciembre de 2006

Sin Lengua

¿A donde fue el mundo cuando despegué los ojos del libro?. Esa dulce fuga que me permiten algunas lecturas me produce un sopor del que a veces me cuesta retornar, ¿o no quiero?

¿Qué produjo en mi lo leído? (Sin lengua. V.G. Korolenko, escrito en 1895)

No quiero hacer extractos, aborrezco los resúmenes, solo quiero rescatar algunas sensaciones que flotan como aceite en medio del piélago de lógicas y razones.

Millares de seres humanos han buscado algo similar, siempre: Una casita, unas vaquitas, un terrenito, una mujercita... ¿Por qué para otros es más difícil esa simple ecuación?.

Me acuerdo en este instante de E. Zuleta: “...En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida...” (El Elogio de la Dificultad)

Nos aferramos a las nostalgias, siempre queremos volver y olvidamos la razón por la que nos marchamos, lo viejo ha muerto o está muriendo y nos resistimos a ello, por eso repasamos viejos textos, viejas canciones, viejos recuerdos, pero en contra e nuestra voluntad nace continuamente en nosotros algo nuevo, algo que será, seguramente, la nostalgia del futuro.

1 comentario:

Angélica dijo...

Yo soy una cangrejita que siempre está devolviéndose al pasado y está llena de nostalgias. Cuesta superar eso, pero a veces se pierde la esperanza de hacer de este mundo un mundo mejor. Yo estoy tratando eso sí, pero no puedo tener nostalgia de un futuro que desconozco.

Saludos.