miércoles, 8 de agosto de 2007

Mango con sal

Una opinión y un cuento

¿En que lugar del mundo venden “mango con sal” en medio de un concierto de música clásica? o ¿Dónde venden “tamales calientes” a la salida de un concierto de música antigua con un grupo como “KALENDA MAYA” o uno de arias para bajo con “VALERIANO LANCHAS”?. Respuesta: En Medellín

Advierto que esta no es una apología de la “pujanza paisa”, mito ridículo que suele ocultar (o disimular) nuestros vicios, antes que destacar nuestras reales virtudes

Tampoco es una crítica a la presencia de esos humildes hombres que así se ganan el sustento, vendiendo cualquier cosa en donde sea que alguien les compre.

Aunque a algunos les suena a chiste, para mí se trata de una demostración de que el arte, la cultura y la educación pueden ser el eje adecuado de la administración de una ciudad y porque no, hasta de un país.El evento: Parque Cultural Nocturno “Música Clásica”

LUGAR: Parque de los Pies Descalzos (Medellín – Antioquia)

HORA: 6:00 p.m. a 11:00 p.m.

GRUPOS: Ensamble 6/4 – Kalenda Maya – Vocalicceto – Ballet Clásico con Carolina Correa – Teresita Gómez – Conjunto de Cornos – Valeriano LanchasBanda Sinfónica Juvenil de Medellín.

Se trata de la repetición, mejorada, de una primera experiencia de un “tablado popular” donde se escuchan propuestas alternativas a las que se suelen oír en las verbenas y carnavales de nuestro país.

Pero una cosa es ver la programación que por estos días se celebra en esta ciudad y otra asistir a los espectáculos y sentir una plaza llena de gente en un bello acto de Paz: Apreciar el arte.

Algunos hechos hacen creer a los incrédulos, por eso quise hablar del “Parque Cultural Nocturno”, me recordó la necesidad de dejar el pesimismo para mejores épocas, como dijo algún sabio.

A mi modo de ver esta es una demostración de que con los dineros públicos si se puede hacer lo correcto: Apostarle a la cultura y la educación como senda de mejores tiempos.

¿Si una ciudad puede dar muestras de transformación, será posible hacerlo más en grande?

Bueno, digo yo, como dice un amigo,

El cuento:

Mango con Sal

Fue una fresca noche, la ciudad parecía estar a gusto con sus hijos que por lo menos por ahora parecían, de nuevo, hermanos…

El escenario estaba preparado, por fortuna con las mismas exigencias de cualquier tablado con orquesta de moda: luces, poderosa amplificación, presentadores adecuados para el espectáculo, sillas suficientes para casi todos los asistentes, público que colmaba el espacio y en general orden y silencio para los artistas.

Doña Hortensia miraba con ojos inquisidores la muchedumbre mientras decía a su hijo ciego “Que botadera de plata esa de estar poniendo bibliotecas en esos palomares, esa gente por allá no lee…”, logró apoderarse de un par de sillas desocupadas y con aires de realeza tomó asiento con su vástago.

No dejaba de incomodarla que el concierto fuera gratis, que no hubiera control de entrada y que los funcionarios de policía ejercieran su presencia con moderación, pues no se dedicaban a “raquetiar” a los barbados y mal vestidos, como suele ser su oficio.

No soporto su olor a naftalina y su traje negro así que me alejo un poco para sofocar mi rubor ante la blasfemia del esperpento, lamento no poder acusarla de brujería a la Santa Inquisición, tal vez en otros tiempos…

Me quedo cavilando en eso de poner los libros en donde se necesitan: las manos de todo el que los quiera leer, ¿Cómo puede alguien oponerse a una idea tan noble y excéntrica para el actuar a que estamos acostumbrados de lo políticos?

El comienzo del concierto estuvo acompañado de gran alborozo del público, la gente, sin distingo alguno fue conmovida por el poder de la música, no importó de que sector de la ciudad viajó para ver esto, ni tampoco el estrato - Así se le dice por aquí al valor del recibo de servicios públicos como falso signo de mejor condición social -

La música ahogó mis pensamientos, desfiló el Jazz, los aprendices de Teresita Gómez, ella misma conmoviendo con su mera presencia, la maestría vocal del grupo Vocaliceto precediendo a Valeriano Lanchas y su poderosa voz, - un rugido reconocido en todo el mundo -, luego unos locos disfrazados de hace siete siglos de instrumentos antiguos - con “autentica tripa de gato”, según el presentador- conmueven a todos por su honestidad, ballet y los prodigiosos niños-jovenes músicos que tocan lo que no se escucha en la radio

Doña Hortensia de vez en cuando aflojaba su agria cara de amargura al penetrar en ella algunas melodías, pero rápidamente recordaba que estaba en público, aunque nadie la veía y volvía a su pose de provecta dictadora, solo algo podía empeorar el gesto: El asco, que sentía cuando pasaba por sus alrededores un humilde muchacho ofreciendo sus “mango con sal”.

El evento se prolonga más de lo programado, no por retrasos, si no por un comportamiento inverosímil del público: A coro, como si fuera consigna municipal, no tiene ningún recato en exigir al artista en turno “otra” y “otra más”, sin importar que lo que se escucha sea del siglo XII, de algún anónimo Napolitano, que los interpretes no sean los que se ven en los “Poster” de moda o no salgan en las carátulas de los cuadernos, piden “otra” y “otra” por la simple emoción de sentir a un artista que se entrega en cuerpo y alma a su oficio

Cuando finaliza el programa ya ha cambiado la fecha y aún se encuentra un importante grupo de entusiastas con lustrosas sonrisas, secretas satisfacciones de haber encontrado algo nuevo esta noche, aunque sea tan viejo.

Doña Hortensia y su hijo ciego transitan lentamente por una esquina de la plaza…

A los asistentes al concierto no les importó doña Hortensia y menos su repulsión por los pobres, ella realmente no existía, alguien me contó después que lo que vi fue un fantasma del pasado, de los tiempos de un tal Coriolano Amador, rico terrateniente que como dos siglos antes fue dueño de todo el espacio donde ahora se celebraba un reencuentro con el arte… aunque a él le decían el “burro de oro”, una amarga concubina despreciada por haber traído un hijo ciego y que solo se aparece a los insomnes melancólicos.

1 comentario:

PALA dijo...

Querido Nancho...
Hay que creer que las transformaciones pueden ser en grande, aunque sepamos que no sea posible.
Un abrazo para vos y para tus textos refrescantes, que me traen un abrazo.