miércoles, 29 de noviembre de 2006

¿Porque? o ¿Para qué?

Hemos guardado “un silencio bastante parecido a la estupidez”, como dijo E. Galeano, refiriéndose a cosas más dolorosas, o talvez lo estúpido sea habernos acostumbrado a tragarnos las palabras que fueron creadas para sacar fuera del alma los resplandores y oscuridades que, en calidoscopio, componen nuestro ser.

Viejo Pala, otra vez, como en muchas otras tantas, me das una soberana patada en donde sabemos… para despertarme del letargo auto inflingido de “comer callao” y de esperar a que sucedan las cosas que imaginamos, sin prestarles nuestro corazón y nuestras manos para que en verdad existan.

Este asunto de exponer en público nuestros pareceres resulta ciertamente incomodo, pero si uno se concentra en si mismo, y escribe para uno, sin ánimo de vender nada, ni de impresionar a nadie, simplemente de buscarse, se da cuenta al final que no está tan solo.

Para la muestra tu blog, entré después del concierto en Medellín a buscar el cifrado de tus canciones (no están aun), y no me pude despegar hasta agotarme la última letra… pero lo peor (¿o mejor?), por arte del todo poderoso Link, me fui por las ramas de ese árbol que está creciendo alrededor tuyo y leí lo de Piedad (Uffff!!!!), Juan Mosquera (¡Esas son palabras mayores!), Andrés Correa (¿seguro que no es Fito reencarnado antes de muerto?), Alas Moradas (¡¿Quién?!) …, y bueno, me sentí muy acompañado, más aun cuando en cada uno de ellos encontré un montón de ramas nuevas por visitar que, seguramente, me mostraran otros caminos, otras sensaciones, otras opiniones, otra FE.

Esto apunta a volverse una adicción, y la recibo con agrado, aunque sea solamente para escribir, al margen de las palabras de otros, las que a mi me salen cuando los leo.

Teceo

1 comentario:

PALA dijo...

Amado Hernán.
La patada en las que sabemos acabo de recibirla yo al leer lo que escribes. Todavía me duelen. (las que sabemos).
Ha corrido agua bajo el puente desde que perseguíamos globos en las navidades de Yarumal o nos estrenábamos como alquimistas haciendo pólvora.
Hemos pasado épocas de distncias y otras de reencuentros -esta es la que más he saboreado-.
Mi viejo, que llevaba el mismo nombre tuyo y un corazón tan limpio y tan bello como el que vos llevás en el pecho, no se equivocó: siempre supo lo que tenías adentro, siempre me dijo que eras el amigo ideal, siempre me habló de tí como de mi hermano.
Yo no sé a dónde nos pondrá la vida más adelante. Sé, eso sí, que sea donde sea, voy a tener para vos reservado ese abrazo que se guarda para los que crecieron contigo, para los que son amigos por elección, para los pocos, los poquísimos que amas con el amor natural de la infancia.
Te quiero inmensamente.
Te admiro profundamente.
¡Me conecto con vos, desde siempre!