N
Que largo se hace esperar tu otra carta, tendré que escribir esta sin saber lo que piensas de la última.
Tal vez este sea el encanto de esta forma de comunicarnos, cada pensamiento madura y crece a su propio ritmo, sin que lo acose la velocidad de conexión o la banda ancha.
Las cartas en los tiempos del email no son un anacronismo, como no lo es el columpio en los tiempos del X-Box, ni la luz de la luna en los tiempos de Neón.
Si uno lo piensa bien, no hemos cambiado tanto desde cuando vivíamos en las cavernas, nos enamoramos igual. ¿Acaso esa mavarillosa sensación la inventamos los hombres?
Se me antoja imaginarme en esos tiempos, a estas horas, antes de salir de cacería, mirando tu rostro complacido, dormida cerca de las brasas de la hoguera de anoche, soñando con los cuentos que te invento del futuro.
H
3 comentarios:
A veces somos tan poco Sapiens. Simples Hommo Ridiculus dándole valor a los desperdicios sin atesorar lo que realmente vale: las cartas -lo dices muy bien-, la luna, la vida misma, el placer, el dolor, los amigos, la cerveza.
A veces somos tan ridículos, pero también a veces, una palabra nos patea el culo y eso justifica haberse levantado: hoy son tus palabras, y te agradezco el dolor que me han dejado en las posaderas
Chuta, yo me la imaginé chascona, hedionda y peluda... puf! creo que no me hubiese gustado estar en la época de las cavernas. Uy! me acordé de los mongoles cuando combatían y eran más fuertes que... Pero como tú dices, el amor deber haber sido lo mismo en todas las épocas de la vida.
Saludos.
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